Organizado por: Seminario organizado en el marco de los proyectos MoDe(s)2 – Modernidad(es) Descentralizada(s): arte, política y contracultura en el eje transatlántico durante la Guerra Fría. HAR2017-82755-P y Critical Cartography of Art and Visuality in The Global Age: New Methodologies, Concepts, and Analytic Scopes, Part III (I+D MICINN: HAR2016-75100-P), Ministerio de Economía y Competitividad y el Grupo de investigación GRC: Art, Globalització, Interculturalitat, AGI/ART II(2017 SGR 577), Generalitat de Catalunya. Con el apoyo del Laboratoire de Recherche Historique Rhône-Alpes (LARHRA). Dirección: Paula Barreiro López and Anna Maria Guasch Coordinación: Juliane Debeusscher, Helena Moreno Mata
Descentrando los relatos sobre el 68, tanto cronológicamente, como geográficamente, este seminario propone explorar el papel del otro en la configuración de los movimientos de revuelta de los años sesenta, rastreando las genealogías políticas y horizontes utópicos que se gestaron y son aun visibles (y reivindicados) en la contemporaneidad. Si bien Kristin Ross denunciaba en 2008 la despolitización de la memoria del mayo francés, al erradicar la configuración de nuevos sujetos político del otro (colonial, obrero, femenino) configurados en el 68, desde los movimientos altermundiales, la toma de la calle se ha sustentado en una continuidad de la comprensión del 68 como un espacio político. No obstante, el pasaje a la globalización nos devuelve una genealogía del 68 espectral que, si bien sale a la superficie, sale deformado (y muchas veces desnaturalizado) por las complejas agencias actuales. La violencia, el antiimperialismo, el rechazo de la división del trabajo, la agencia política de los condenados de la tierra que formaban parte de las reivindicaciones de aquellos que hicieron el 68 son difíciles de digerir en el mundo post 9-11 y sobretodo en la era Trump.
Estos procesos, no exentos de disensos internos, arrojan un balance decisivo para pensar hoy la interseccionalidad entre las luchas de clase, género y raza, así como la relación entre producción de subjetividad y conciencia de clase. Desde esta perspectiva cobran una relevancia histórica innegable las articulaciones transoceánicas que durante el período se produjeron entre el arte y la política, así como las formas contraculturales que proliferaron a ambos lados del Atlántico. Su reconstrucción como imagen dialéctica permite no solo descentralizar los relatos de la modernidad, sino realizar una prospección arqueológica de su origen que radique la actividad investigadora en los dilemas críticos del presente. Sólo de esa manera podemos responder al deseo de Mark Fisher de “cercar las reliquias del futuro en las potencialidades no activadas del pasado” (Fisher, 2016).